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LA COLONIALGonzalo de Sandoval fue quien en 1521 logró pacificar y conquistar la región. En su lugar se impuso la autoridad española. En 1528 ordenó el rey de España que los indios de Calimaya y Tepemaxalco pagaran un tributo a Hernán Cortés en trabajo y en productos cultivados, es decir, bajo encomienda. Al poco tiempo, Hernán Cortés obsequió su derecho de ser encomendero de Calimaya y Tepemaxalco a don Juan Gutiérrez Altamirano, su primo hermano y compañero en la conquista de la Nueva España, a quien se le pagó tributo hasta 1530, fecha en la que cometió un delito ante los juzgados españoles. Por esta causa, Calimaya, Tepemaxalco y sus pueblos sujetos fueron encomendados a Cristóbal Cisneros y a Alonso de Ávila, pero el 14 de julio de 1531 Hernán Cortés recuperó su antiguo derecho y el 30 de mayo de 1536, la encomienda volvió a Juan Gutiérrez Altamirano, cuyos descendientes serían los famosos condes de Santiago Calimaya. El encomendero estaba obligado a ver por la institución religiosa, pagaba una parte del tributo que se le entregaba a los frailes franciscanos, quienes desde 1524 vivían entre los calimayenses y tepemaxalquenses. En un principio lo más probable es que hubiese tres señores caciques porque en el periodo prehispánico había tres comunidades con tlatoani: Calimaya, Tepemaxalco y Mexicaltzingo. En 1549 se introdujo el sistema político de cabildos en los pueblos de indios. En Calimaya y Tepemaxalco el funcionamiento formal de los cabildos data de 1560, fecha en la que se congregaron los pueblos y en la que se empezó a llamar "República de Indios" a ese sistema político territorial de cabeceras, barrios y pueblos sujetos. En 1560 al llevarse a cabo la congregación de Calimaya y Tepemaxalco, el virrey de la Nueva España ordenó que se organizaran las dos repúblicas de indios con cabildo y territorio cada una, pero conviviendo en el mismo pueblo. Como el territorio de Calimaya y Tepemaxalco era muy grande, los mejores terrenos de los pueblos quedaron vacíos. Por eso el virrey ordenó, también en 1560, que para salvaguardar las tierras de Calimaya y Tepemaxalco se fundaran cinco pueblos: Mexicaltzingo, Chapultepec, San Antonio la Isla, Santa María Nativitas y San Andrés Ocotlán. Cada uno de ellos tendría autoridades locales, subordinadas a las cabeceras, y estaría formado por 50 casas de indios comunes o macehuales. Por su importancia en la región a Calimaya se le asignó día para el tianguis semanal, que desde 1560 empezó a funcionar los jueves, oficialmente. Los santos patronos y sus iglesias se aceptaron porque se brindó la oportunidad de continuar organizados en la vida social y religiosa como se hacía en la época prehispánica, es decir, alrededor de las deidades particulares de cada barrio. Dentro de lo que perduró están el barrio, que seguiría siendo la célula básica de organización y la religión, el eje del universo calimayense. Las labores del campo se delegaban a los hombres, principalmente, aunque ellos siempre contaban con la ayuda de los demás miembros de la familia, inclusive de las mujeres, en las faenas más pesadas. El sistema de ayuda recíproca entre diferentes miembros de un barrio podía realizarse gracias a las diferencias en las altitudes de los terrenos. En los siglos XVI y XVII, la "œcoa" se usó como instrumento de trabajo y en las zonas lacustres donde habitaban los indios de origen mexicano también se usó el sistema intensivo de chinampa. En el siglo XVII ya funcionaban en el Valle de Toluca las haciendas de Atenco, Cuauhtenco y Almoloya, en los ranchos de Tepemaxalco o Las Trojes Zasacuala, San Agustín, San Nicolás y Santiaguito, todas propiedades del condado de Santiago Calimaya. El periodo que transcurrió entre los años de 1640 a 1740, en principio fue un tiempo de expansión de los ranchos y haciendas de españoles y caciques. Se tiene noticia en el archivo parroquial de que al comenzar el siglo XVIII, había, sin contar las propiedades del condado de Santiago Calimaya, los siguientes ranchos y haciendas: en la parte norte del territorio, la hacienda de Zacango, perteneciente a la familia Martínez; al oriente, el rancho de la familia Rojas; el de don Bartolomé, en Chapultepec; al sur, los de las familias Gómez y López. Estas cinco propiedades se habían heredado a 13 descendientes de los anteriores dueños y aunque con la herencia se habían fraccionado las extensiones territoriales, los nuevos propietarios hicieron hasta lo imposible por acrecentar, a costa de las tierras comunales de los calimayenses, sus ranchos y haciendas. El nieto de Juan Gutiérrez Altamirano contrajo matrimonio con una nieta del virrey Luis de Velasco y en 1616, logró que las autoridades españolas lo convirtieran en noble. A partir de ese momento, el encomendero se convirtió en conde de Santiago Calimaya y por si fueran pocas las gracias obtenidas, también logró que la encomienda de Calimaya, Tepemaxalco y sus pueblos sujetos se convirtiera en perpetua. Cada barrio, pueblo y estancia tenían un santo que lo representaba ante el mundo externo, lo cohesionaba internamente y de manera particular a sus pobladores. Alrededor del santo patrón, las familias organizaban una gran cantidad de actividades: limpieza y atención de la imagen religiosa, festejos, procesiones, visitas a otras iglesias cercanas y santuarios. Las fiestas del santo tenían un gran valor cultural, de allí el esmero porque fueran cada vez más lúcidas. Incluían danzas, vestimentas, música, representaciones en lengua indígena, platillos típicos en las comidas y todo aquello que no era de uso diario, pero que representaba la íntima forma de ser. La ocupación de las tierras de Calimaya y Tepemaxalco por rancheros y hacendados, hasta ese momento de la historia, se había dado en tres etapas: la primera arrancó en la segunda mitad del siglo XVI y estuvo representaba prioritariamente por los encomenderos, quienes al título diferente de su encomienda, habían hecho crecer varias de sus propiedades dentro de los límites de los pueblos; la segunda fase que estuvo representaba por los rancheros y hacendados que adquirieron sus terrenos en las últimas décadas del siglo XVII y en las primeras del siglo XVIII y la última por los criollos y españoles, "vecinos del comercio", que iniciaron la compra de tierras cuando el régimen colonial estaba llegando a su fin. En 1809, el apellido Altamirano se perdió por falta de descendientes varones en el vínculo de Santiago-Calimaya; de aquí que los últimos condes se apellidaran Cervantes. El penúltimo de ellos llamado José María, se vió obligado a renunciar en favor de su primogénito, don José Juan de Cervantes Michaus, el título de Santiago Calimaya, al de adelantado perpetuo de las islas Filipinas y a los mayorazgos Altamirano, Legaspi y Arévalo. Cuando José Juan de Cervantes era un niño, quedó huérfano de madre, y su abuelo materno, José Angel Michaus lo educó y se encargó del cuidado de sus bienes, entre los que se encontraban las haciendas del Valle de Toluca. Al consolidarse la Independencia de México, se suprimieron los mayorazgos, de tal manera que las propiedades y bienes económicos de José Juan se conservaron intactos hasta 1874, fecha en la que murió y en la que sus descendientes provocaron el fraccionamiento por derecho de herencia.
Bibliografía:
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